Como la vida va tan deprisa, acostumbro a poner el enlace en mi cuenta de Facebook, al menos para tener informadas a mis amistades. Afortunadamente, tengo personas cerca que, aunque ajenas a el mundo de las cárceles, se sorprenden y escandalizan ante estas cuestiones. ¿Qué está pasando?
En primer lugar, habría que decir que hay cuestiones que ocurren aunque no salgan a la luz, y algunas veces pueden ser prácticas sistemáticas. No olvidar que la cárcel es una institución muy hermética y opaca, y además, el clima general es que no importa mucho lo que ocurra ahí dentro, "algo habrán hecho". Sé de buena tinta la "indefensión aprendida" que existe entre las personas presas. Creen-saben que no hay mucho que hacer para que prevalezcan sus derechos, están acostumbrados a un lugar donde no reina la lógica y la dimensión humana, precisamente.
En segundo lugar, la institución carcelaria se rige por unas reglas verticales rígidas, por unas relaciones de poder bien marcadas. Hay quien tiene "la sartén por el mango y hay quien tiene que obedecer".
Y en tercer lugar, entra en juego el elemento de género. Si a este cóctel le añadimos la desigualdad de poder entre hombres y mujeres, máxime entre funcionarios y presas, la cuestión aparece clara. Los comentarios de la noticia en el periódico Público eran muy elocuentes: poner al zorro a cuidar las gallinas.