Hay para quienes el clown trae la voz de las personas excluidas. Y desde ahí hemos hecho un viaje conectándonos con nuestras exclusiones, haciendo lista de los numerosos clubes de los que nos han echado a lo largo de nuestra vida. Todas las personas nos hemos sentido excluidas alguna vez, todas podemos conectarnos con la rabia y del miedo que suele producir, por tanto, podemos hacernos conscientes de las exclusiones de los demás, y recordar las veces que hemos dejado fuera a otras personas. Verlo, reconocerlo y jugar con ello es la única forma de empezar a sanar y vivir la realidad de otra manera. Fácilmente nos instalamos en el victimismo y nos regodeamos en la herida, pero la visión que nos propone la nariz roja es otra: reírnos de nosotras mismas y tomar distancia, cambiar del tono melodramático o trágico al cómico, para que todo fluya de otra manera. Tapándonos la nariz nos hacemos más transparentes a nuestras emociones, poniéndonos el disfraz nos desnudamos y mostrando nuestras debilidades, nos hacemos más fuertes.
Allí aparecieron lobos que tenían miedo a enfadarse, corderos que rompían con lo que se les ponía delante al sentir la rabia de la expulsión y ratoncitas que hace tiempo descartaron la ira como una emoción admisible. Un grupo heterogéneo que rió, jugó y se divirtió enormemente, al mismo tiempo que proporcionó el espacio para la ternura y el cuidado.