jueves, 13 de noviembre de 2014

Informe FOESSA-Euskadi. Lo que dice y lo que no dice

Recientemente ha sido presentado el VII Informe Foessa sobre exclusión social y desarrollo social en el estado español. Por primera vez se ha realizado un informe específico para describir la situación en el País Vasco, que ha generado interesantes titulares acerca de la realidad en que nos encontramos. Sin embargo, como describiré a continuación, existen importantes carencias en cuanto a la visibilización de las mujeres y las dinámicas de género en la descripción de la exclusión social.

En Euskadi existe exclusión social

A pesar de que tendemos a escudarnos tras el mantra de que la situación aquí es mejor que en el resto del Estado, una de cada 6 personas vive en situación de exclusión social, es decir, un 16% de la población de la Comunidad Autónoma Vasca no cuenta con unos mínimos materiales y sociales para vivir una vida digna. La tentación de la autocomplacencia no debería hacernos olvidar que se trata de 360.000 personas afectadas por la exclusión social. Un 31% de ellas, es decir, 113.000 se encuentran en exclusión severa.
Como bien sabemos, estar incluida o excluida no sólo tiene que ver con contar con dinero para llegar a fin de mes. Para poder abarcar más cuestiones que la puramente material, el informe ha introducido una novedad metodológica: el ISES, Índice Sintético de Exclusión Social formado a partir de 35 indicadores que tienen en cuenta tanto la dimensión económica, como la dimensión de la participación política y acceso a derechos sociales (vivienda, educación, salud), como también lo que respecta a la dimensión relacional (fijándose en relaciones conflictivas y en el aislamiento social). 
En el caso de la CAV, esta exclusión no se debe tanto a carencias económicas, como a carencias importantes en el acceso a los derechos políticos y sociales, derivados de carencias en vivienda, y al aspecto relacional. A pesar de que este última dimensión es la de menos peso, se observa  que a este respecto la exclusión es más grave en nuestro entorno que en el resto del Estado, ya que se han encontrado mayores problemas de aislamiento y conflictividad social. Si bien es cierto que la red social es intensa y plural, y consigue amortiguar en gran medida los efectos de la crisis, no podemos olvidar que 3 de cada 10 personas (más de 150.000) en la CAV no tiene ayuda de la red social.
Además, un amplio número de personas vive en situación de precariedad. Dado que hoy en día no puede establecerse una línea divisoria clara entre exclusión e inclusión, es necesario tener en cuenta a quienes están en posiciones de vulnerabilidad. Para ello, el informe establece 4 categorías de personas y hogares: en integración plena (categoría en claro descenso), en integración precaria, en exclusión moderada y en exclusión extrema. Pues bien, la proporción de personas en precariedad es cerca de la mitad de la población en la CAV (45,3%), superando a las personas en integración plena (38,1%). Cada vez somos más quienes estamos en la cuerda floja.

La pobreza y la exclusión social no son cosa de la crisis

2 de cada 3 personas en exclusión social lo eran antes de la crisis. O sea, que antes del estallido de la burbuja financiera internacional y del consiguiente desinfle de la burbuja inmobiliaria por estos lares, ya había gente que se quedaba fuera del sistema. Así pues, el relato de la crisis que hoy en día todo lo abarca, todo lo impregna y todo lo explica, que lo mismo nos sirve para justificar recortes y despidos que separaciones de pareja, resulta que eso que hemos llamado crisis y que algunos sectores llaman estafa, no explica dos terceras partes de la exclusión social que tenemos en nuestro entorno. Quizás sea momento de revisar nuestras premisas y los conceptos sobre los que basamos nuestros análisis. 
No obstante, no debemos olvidar los efectos de la crisis y de los recortes en derechos sociales, laborales y de protección social que se han producido a partir de 2008, ya que los procesos de exclusión social se han agravado desde entonces, intensificándose las situaciones de carencia material severa. Además, la fractura social se ensancha. La exclusión social no afecta a todos los colectivos por igual. Se constata un freno en la entrada al mercado laboral sobre todo de las mujeres, los hombres jóvenes y los mayores de 55 años. 
En cualquier caso, hasta aquí no he dicho mucho más de lo que ya se ha venido resaltando en diversos titulares, presentaciones y notas de prensa. Vayamos a por un aspecto que no se ha destacado:

¿Dónde y cómo están las mujeres?

Lo que no dice el mencionado informe es dónde están las mujeres y sobre todo cómo están esas mujeres en las diferentes dimensiones (económica, política y social, y relacional), con especial atención a qué ocurre dentro de los hogares, cómo se distribuyen los cuidados y cómo se genera bienestar social más allá de unas políticas sociales cada vez más debilitadas. Para ello habría que aplicar la perspectiva de género y esa es una carencia importante del Informe Foessa. Analicemos algunos aspectos:

-No desglosa los datos por sexo, salvo puntuales excepciones. Por poner un ejemplo concreto, no sabemos cuántas mujeres en exclusión social hay entre esas 360.000 personas afectadas en la CAV. 

-Es posible detectar la presencia de las mujeres en la distinción que acertadamente hace el informe entre hogares y personas, y en el análisis acerca de las personas sustentadoras principales del hogar, dejando lugar a la visibilidad de las mujeres sostenedoras (el informe menciona que 36% de los hogares tiene a las mujeres como sostenedoras únicas). Sin embargo, sigue hablando de hogares para describir las situaciones de pobreza y exclusión social. Bajo el paraguas del término "hogar" se engloban situaciones de convivencia muy plurales donde no queda clara la forma de distribución tanto de los ingresos como de los roles y el poder. Este es uno de los grandes escollos de los informes económicos basados en el hogar.  

-En el acto de presentación del informe se señalaron cuatro variables que influyen directamente en el impacto de la exclusión social: el sexo, la edad, la etnia y la procedencia geográfica. Constataron en primer lugar, una reducción de las diferencias por sexo. Segundo, una multiplicación de las diferencias por edad. Tercero, una intensificación de la exclusión de la población gitana. Y cuarto, un retroceso de la integración social de las personas inmigrantes. Sin embargo, estos datos no se reflejan en el informe, y menos aún se tiene en cuenta que las mencionadas variables están interrelacionadas, para poder tener en cuenta a las mujeres mayores y jóvenes, a las mujeres gitanas y sus circunstancias particulares respecto a la pobreza y exclusión social, y a las mujeres extranjeras y cómo la crisis les está afectando.

-A pesar de la gran aportación en lo que respecta a las diferentes dimensiones de exclusión social, que en la parte relacional incluyen situaciones de malos tratos, hay que destacar que los trabajos de cuidados son los grandes ausentes y sin embargo, en la práctica estos cuidados son generadores de riqueza y son quienes proporcionan cierto bienestar en este contexto de creciente desprotección social y de tendencia a privatización de los servicios sociales más esenciales. 

-Finalmente, un apunte relativo al metamensaje o al mensaje que se envía en la propia presentación de las cifras. El informe Foessa ha sido realizado por 91 investigadores, donde hay un número importante de investigadoras mujeres. Y sin embargo, los portavoces del informe son hombres en su inmensa mayoría. 

El informe FOESSA es una de las publicaciones más importantes en lo que respecta al análisis de las desigualdades y la exclusión social, tanto por su amplitud de muestra (con capacidad suficiente para comparar entre comunidades autónomas), como por la profundidad del análisis, derivado de la precisión en la concepción de la exclusión social, que supera las limitaciones de una noción de pobreza que sólo aporta información relativa a lo económico. Cuatro años de trabajo donde se han analizado fuentes oficiales (INE, CIS...), donde se han generado datos a través de una encuesta. Todo un trabajo digno de valorar. Contiene grandes fortalezas y una gran calidad en muchos de los aspectos teóricos y metodológicos del abordaje de la exclusión social. Sin embargo, como digo, necesita de una apuesta clara por una perspectiva de género transversal, que incluya las aportaciones feministas en este campo. 

Sugerencias para la mejora de futuros informes

Aspectos concretos de mejora:

 a) Desglosar indicadores por sexo de manera sistemática en todas las dimensiones

b) Para las dimensiones ya contempladas, introducir nuevos indicadores que reflejen las desigualdades de género. Por ejemplo, medir la autonomía económica dentro de los hogares y los ingresos a escala individual. También combinar diversas variables con el sexo de manera que se pueda comprender la situación de diferentes tipos de mujeres y su posición tanto en la economía de mercado como en la economía doméstica. 

c) Desarrollar nuevas dimensiones con nuevos indicadores que den cuenta de las diferentes posiciones en el ámbito doméstico y en el trabajo (imprescindible pero no remunerado) de los cuidados. 

Las teorías feministas han hecho diversas aportaciones, donde es imprescindible citar a las economistas como Amaia Pérez Orozco que están incidiendo en la necesidad de reformular la economía de manera que la vida y los cuidados estén en el centro. De manera práctica, Mª Ángeles Durán ha sido precursora de las cuentas satélite del PIB con el objetivo de cuantificar el coste de esos tiempos y trabajos invisibilizados que mayoritariamente desarrollan las mujeres. Para analizar la exclusión social, la asociación Surt propuso toda una batería de indicadores cuantitativos y cualitativos encaminados a hacer una aproximación de género al fenómeno, tal y como se sugiere aquí. Finalmente, el artículo sobre las mujeres encarceladas y sus perfiles socioeconómicos es un ejemplo de cómo aplicar esta perspectiva de género al análisis de colectivos en exclusión.

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